Existencia de batallas imaginarias.

Se dice que una vez más la mujer frágil se ha roto en mil pedazos. Mira cómo lo ha dejado todo: los trozos de porcelana han arañado hasta la pared blanca y las piedras preciosas de su interior ahora ya no emanan la luz de antes. Se han apagado como las farolas de las siete de la mañana. ¿Por qué eres tan necia y te dejas romper con facilidad? ¿No ves que no hay nadie que te compre celo? Esta vez te vas a quedar así; te tirarán al desván de tus miedos y te ahogarás en las telarañas de tus tristezas. Aquellos mechones vivos de tu cabello espléndido morirán una vez te rompas del todo, ¿acaso no lo ves? ¡Qué triste vive la mujer frágil! Mira en dirección contraria siempre y no quiere escuchar a la niña que quiere jugar con ella. Ve recta. No arruines el equilibrio de tu vida. No tapes el sol de tu visión; haz que haya claridad y ausencia de esa niebla que te camufla la salida. Sal del agua ahora mismo y sécate los ojos llorosos. No te rompas más, por favor. Te quedan muchos pasos hasta salir del frondoso y oscuro bosque. Nadie está contigo ahora y nadie recogerá otra vez tus trozos rotos. No anuncies más batallas en la zona norte de tu cuerpo. Sé valiente. Sé humana. Mírala otra vez, la mujer frágil. Se ha roto. Y nadie está para repetirle que no vuelva a hacerlo. ¡Ay, la mujer frágil! ¡Cuántas suturas necesita para volver a tener esa piel de porcelana!